Entre Delfines e Hinchas: El significado de la libertad

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Esta semana me pasaron 2 cosas que pueden sonar contradictorias como elementos de aprendizaje de autocontrol para la vida y que a la vez me dieron una luz sobre algunos procesos en los que estoy. 

Es un balance entre la libertad total que se siente al viajar en una lancha en el mar rodeado de delfines que parecieran saludarte y darte la bienvenida e ir a un estadio de fútbol a ver un clásico rodeado de 35.000 hinchas gritando y todo lo que supone llegar hasta este lugar sin perder la tranquilidad, la calma, la coherencia.

Creo que de eso se trata la vida, de navegar por esas situaciones que nos ponen a prueba entre los dos extremos de la vida que son, lo que quiero hacer y lo que no quiero que suceda.

Si se ponen a pensar, las dos tienen un elemento que las une, tienen algo en común y es en donde se encuentra realmente la libertad del ser. Sea en un momento de éxtasis, o sea en un momento en donde las cosas van en contra de lo que esperamos. En este caso, en las dos situaciones me tuve que enfrentar a tomar decisiones y distinguir entre necesidad (mis necesidades) y querer (lo que yo quisiera hacer) y después, tener la capacidad de dejar ir ese querer, es decir, de soltar.

Después de la dualidad de emociones, recordé que en el libro Tu Eslabón Perdido había citado un texto de Rumi - en la página 313 para ser más exactos - sobre autoconocimiento y en especial sobre qué es la madurez espiritual, una pregunta que le hacen y en cada pregunta está la respuesta sobre la prueba que podemos estar viviendo en este momento de la vida.

Y recordé todas las herramientas que tengo a mi disposición para poder darle el manejo correcto a esas situaciones sin frustrarme, sin sentir ira, sin sentir rencor. Y es por eso que les quiero compartir estas 2 historias (la de los delfines y los hinchas) y las palabras de Rumi que cierran la reflexión

Pero primero les cuento lo que me sucedió en cada una de las diferentes situaciones.

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Índice

  1. La situación con los Delfines
  2. 48 Horas Después, El Cáos
  3. A correr se dijo…
  4. ¿Qué es la madurez espiritual?
  5. Las Preguntas que te puedes hacer
  6. Mis Aprendizajes entre delfines e hinchas
  7. ¿Hay alguna similitud entre delfines e hinchas?
  8. La conclusión de mi semana
  9. ¿Quieres profundizar más?

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La situación con los Delfines

 

Esta semana tuve que viajar al mar. Hace mucho tiempo no estaba en el mar y es un sitio que me conecta muchísimo. Me encanta meditar en las mañanas junto al mar, poner los pies en el agua, cerrar los ojos y conectarme con toda la energía que me puede dar el agua, el silencio en las mañanas y el sonido del mar son momentos muy especiales.

En este viaje tenía que ir a un sitio que quedaba a una hora en lancha, un sitio bastante lejano. Y en ese recorrido, de un momento a otro, cuando estábamos llegando a nuestro destino, vimos una manada de delfines. La verdad eran muchísimos, tal vez unos 40 delfines. Y yo me acerqué a la punta de la lancha donde solamente podía ver el mar, los delfines, el cielo azul de fondo y las palmeras en una isla cercana.


Me dio una sensación de libertad tremenda, literalmente, como si estuviera volando por encima de los delfines. Ellos subían a respirar y subían como si quisieran saludarnos de cierta forma, como si nos estuvieran dando la bienvenida a este lugar. 


Pero al mismo tiempo, esa sensación de libertad estaba acompañada con la sensación de quererme lanzar al agua a estar con los delfines.


Sentía como si fuera casi un llamado para poder estar con ellos, pero realmente eso es simplemente lo que quería. No era necesidad de mi alma, simplemente quería estar “volando” y nadando en el mar con ellos. Y la verdad casi lo hago. Tuve que tener mucho autocontrol en ese momento para no hacerlo. 


Algo curioso de estos procesos de autoconocimiento y de evolución constante es que cuando uno está pasando por ellos, las demás personas no lo notan, no lo ven porque el proceso interno, en este caso otras personas que estaban conmigo en la lancha no tenían cómo saber lo que pasaba por mi cabeza, pues no notaban estos procesos internos de pensamiento, no se daban cuenta ellos, ellos solamente se daban cuenta que yo estaba mirando los delfines o grabándolo, pero no sabían que por ese instante yo estaba pasando por un proceso de autocontrol, de tratar de regular las emociones, que en ese momento eran emociones altas y que esas emociones me estaban llevando a querer lanzarme de una lancha en movimiento en un sitio que era bastante pandito, es decir, de poca profundidad y con mucho coral, y que probablemente no era lo más sabio de hacer en ese momento, por más que tenía muchas, muchas ganas de hacerlo y requirió de mucho autocontrol.

                                                                                         

  

48 Horas Después, El Cáos

 

48 horas después de esta situación, me encontraba en la mitad de un trancón (Taco) monumental en donde el GPS decía que para movernos dos cuadras nos iba a tomar una hora y media más o menos. Y todo esto con la desesperación de querer llegar a un lugar en una hora específica.

 

Si hace mucho tiempo no estaba en el mar, hace muuuuucho tiempo no iba al estadio de fútbol y quise ir con mis hijos porque mi hija menor nunca había estado, a mi hijo mayor le encanta el fútbol y había un clásico en la capital de Bogotá entre los dos equipos principales, Millonarios y Santa Fe.

 

El partido era a las 08:15 pm, yo quería llegar con tiempo “por si cualquier cosa llegase a ocurrir“ y por eso llegamos al estadio a las 6:30 pm, casi dos horas antes de que iniciara el partido.

 

El desorden de este lugar era monumental, poder acercarse al parqueadero del estadio era casi imposible. No habían muchos policías ordenando y simplemente todo el mundo que estaba en las mismas que nosotros tratando de llegar y por eso todo lo que vivíamos en esos momentos era muy caótico. 

 

Lo normal es que me comience a entrar la desesperación entre lo que está pasando y lo que yo quiero que suceda. Quiero llegar a tiempo con mis hijos de manera segura a los puestos que tenemos en el estadio para poder ver el partido. Eso es lo que quiero. Lo que está sucediendo es que el desorden es tan grande que no se puede llegar. Esa disonancia genera estrés y frustración.

 

Después de esperar 45 minutos en una fila para recorrer una cuadra, literalmente cuando nos tocó nuestro turno de entrar al parqueadero nos dijeron que estaba lleno, que ya no podíamos ingresar.

Si esto me hubiera sucedido hace unos diez años, cuando no tenía todas las herramientas que tengo hoy en día a la mano, hubiera estado en un estado de estrés altísimo y con mucha ira porque no podía controlar lo que estaba pasando. 

 

Además, en ese momento ya eran las 7:00 pm, entonces cada vez se acercaba más el tiempo de iniciar el partido y no sabíamos donde parquear y qué tan lejos íbamos a quedar para caminar después hasta el estadio.

 

Me llené de paciencia y me dije “si quiere salimos con tiempo”, pues todavía nos quedaba una hora larga para poder ingresar al estadio,  “yo creo que lo logramos” pensé. 

 

En ese momento nos dijeron que fuéramos a un centro comercial que estaba bastante cerca, como a unas seis cuadras. No era muy lejos pero nos tomó una hora llegar al centro comercial.

 

Imaginen todo el mundo botandole el carro a los demás, tratando de pasar por encima de los demás, cada vez más y más caótico. Y casualmente la historia se repitió cuando estábamos a punto de llegar a ese otro parqueadero, ya estaba lleno. De nuevo, las emociones estaban altas, más altas que antes, pero todavía tratando de no dejar que pasaran por encima mío, sintiéndolas, pero no dejando que me dominaran y que la ira entrara en mi cuerpo.

 

Y eso me conectó con eso, con poder estar tranquilo, con lo que estaba sucediendo y en especial, con la frustración de mis hijos que veían la posibilidad de ir al estadio y ver el partido de fútbol cada vez más lejana. En ese momento no nos quedaba más que dejar el carro literalmente botado en alguna calle cerca al estadio, pero claramente no era lo que yo prefería hacer por la seguridad del mismo vehículo, porque fueran a robarle algo, por la seguridad nuestra de tener que caminar varias cuadras antes de llegar al estadio, pero en ese momento opté por fluir con la situación y saber que siempre he estado protegido y hemos estado protegidos con lo que estaba pasando. 

Y si llegábamos tarde, llegábamos tarde, no había nada que hacer.

                                                                                 

          

A correr se dijo…

Comenzamos a correr y corrimos y corrimos varias cuadras hasta que llegamos a las 08:15 pm en el instante que estaba comenzando el partido a la puerta de entrada al estadio, y que casualidad, había solamente un acceso para la mitad del público de la zona occidental. Entonces todavía nos quedaba una fila por recorrer por ahí de tres cuadras antes de pasar el primer filtro que nos dejaba entrar al estadio.


Otra situación donde esto estaba muy mal organizado, pero no había nada que hacer. Hicimos la fila y en ese momento comenzaron a aparecer personas que vendían la posibilidad de cortar la fila, de “colarse” como decimos en Colombia. Y yo veía que muchas personas a mi alrededor tomaban esa opción y se iban adelante, pagaban y se iban a cortar la fila y a pasar por encima de las personas que estábamos haciendo la fila y claro, en automático lo primero que uno hace es juzgar a las personas que venden el puesto porque están haciendo algo incorrecto e ilegal y juzgar a los que compraban la opción de cortar la fila porque no es algo que yo haría.


Mi hija me preguntaba por qué no hacíamos lo mismo, que por qué nosotros no le pagamos al señor para entrar más rápido al estadio ya que nos estamos perdiendo el partido. Entonces, pues claro, fue una gran oportunidad para poder explicar y tratar de darle una enseñanza sobre la situación y lo que yo creo que se debe hacer, lo que yo creo que es correcto según los valores de nuestra familia y sobre la coherencia. 


Por más que sintamos que tenemos una situación adversa, es ser coherentes con los valores que nosotros creemos que son los que debemos seguir. Y en ese instante, entre la incoherencia de juzgar a los demás y tratar de dar una explicación a mi hija sobre la subjetividad de lo que es correcto e incorrecto, fue que recordé las palabras de Rumi y recordé todas las herramientas que tengo a mi disposición para poderle dar un manejo adecuado a estas situaciones, sin frustrarme, sin sentir ira, sin sentir rencor.


Y es por eso que les quiero compartir especialmente las palabras de Rumi. Finalmente, para no dejarles el cuento en la mitad, terminamos llegando a nuestros puestos 15 minutos después de haber iniciado el partido, pudimos verlo  y la verdad, más allá de ser una experiencia incómoda, fue una experiencia que contrastaba con lo que me estaba pasando en el mar 48 horas antes y la reflexión es parte de lo que les quiero compartir hoy.

                                                                                        

     

¿Qué es la madurez espiritual?

 

Así que ahora sí les quiero compartir las respuestas de Rumi frente a la pregunta: ¿Qué es la madurez espiritual? 

 

Él respondió:

Es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos.

Es cuando aceptamos a las personas como son.

Es cuando entendemos que todos están acertados, según su propia perspectiva.

Es cuando aprendemos a “dejar ir”.

Es cuando somos capaces de no tener “expectativas” en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar.

Es cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.

Es cuando dejamos de demostrar al mundo lo inteligentes, que somos.

Es cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás.

Es cuando paramos de compararnos con los demás.

Es cuando se está en paz consigo mismo.

La madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre “necesidad” y “querer”, y somos capaces de dejar ir ese querer…”



Esta última es el foco del autocontrol y autoconocimiento, “dejar ir el querer” y leyendo esta frase o más bien, releyendo y recordando sus palabras, me di cuenta que las pruebas que me (nos) pone la vida, especialmente esta semana entre delfines e hinchas, es para que me dé cuenta exactamente en qué me hace falta trabajar, en dónde he avanzado y en dónde me falta trabajo.

 

Y de eso es lo que se trata un poco la inteligencia intrapersonal, pero eso ya lo dejaré para el pensamiento de la próxima semana, porque supuestamente estas entradas son cortas y aquí emocionado, se me ha ido mucho más largo de lo que normalmente hacemos.

                                                                                           

  

Las Preguntas que te puedes hacer

 

Lo que cada uno de ustedes se puede preguntar es, de estas frases, ¿en cuál me hace falta trabajar? 

¿En cuál estoy más avanzado?

¿Soy consciente de ellas? 

¿Soy consciente de las emociones que tengo todos los días frente a los problemas que me pone la vida? (Ya sean problemas o situaciones de éxtasis como los delfines)
¿Cuál es mi plan de acción para afrontar y evolucionar sin que esto te genere un estrés extra en mi vida? 

 

Y esa parte es muy importante, sin que esto te genere un estrés extra en tu vida.

 

Y por eso cuando las leas y las re-leas, no pienses que te hace falta algo. Si no cumples una de ellas, no pienses que estás incompleto o incompleto. Solamente se consciente de las cosas que te hace falta trabajar en estas áreas de tu vida, eso es todo. Estamos demasiado acostumbrados a escuchar nuestra voz interna sin saber manejarla, porque como lo hemos visto antes en otros blogs, creemos que es nuestra voz, pero es simplemente una voz aprendida de otros.

                                                                                         

    

Mis Aprendizajes entre delfines e hinchas

 

No quiero terminar sin compartirles en donde estoy en esa madurez espiritual en referencia a las vivencias que tuve en esas 48 horas entre delfines e hinchas de fútbol. 

 

Cuando Rumi dice que la madurez espiritual es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos, es precisamente cuando encontramos una situación de impotencia, como el caso del desorden de estos eventos, y en vez de querer cambiar el desorden, en vez de querer cambiar a las personas desordenadas, realmente solamente me quiero cambiar a mí mismo, a mis emociones, y ahí, por ejemplo, es donde entra el Ho'oponopono. 

“Lo siento, perdóname, te amo, gracias” que también abordamos en un blog pasado, es decir, mirar para adentro, ese proceso de autoconocimiento y autorregulación que existe solamente cuando miro en mi interior. 

 

La otra frase Rumi dice que la madurez espiritual es cuando aceptamos a las personas como son.

 

De nuevo esa persona que trata de cortar la fila, de colarse o realmente logra hacerlo comprando un puesto o haciendo algo “indebido” o en el momento que no entendemos al policía que al parecer no hace nada para impedirlo, es tratar de entender a esas personas tal cual como son. De pronto ellos no pueden manejar las emociones como otros, de pronto simplemente no les importa y esa es la forma en que manejan ellos esas situaciones. Pero no me hace a mí un mejor ser humano porque lo haga diferente, ni a ellos peores seres humanos porque lo hagan diferente, porque lo único que está mal son mis creencias, que me llevan a pensar que algo es “correcto” y algo es “incorrecto”. Los seres humanos no tienen nada de malo en sus propios procesos.

 

 Rumi también nos invita a pensar que la madurez espiritual es cuando somos capaces de no tener expectativas en la relación y damos de nosotros mismos por el placer de dar y en este caso, la razón por la cual estaba haciendo todo esto de ir a un estadio de fútbol era para poder compartir un tiempo con mis hijos, por ese placer de dar y de compartir un tiempo juntos y nada más.

 

Esto debería pasar por encima de esa intención en ese momento.



Rumi también nos invita a pensar que la madurez espiritual es cuando paramos de compararnos con los demás. Es decir, cuando pensamos que “yo si soy una buena persona por no cortar la fila y el que corta la fila es una mala persona.” 

“Yo si soy una buena persona porque pienso que podría organizarse todo esto de una forma diferente y mucho mejor cuando esto realmente es un desorden total.”

 

¿Qué hubiera podido hacer más bien para que las cosas fueran de una manera diferente en vez de compararme con los demás?

 

 Y la más importante, como les decía, es la que más me llevó a pensar en esto. Es que la madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre necesidad, algo que yo necesito y algo que yo quiero.

 

Necesidad versus querer. Y si somos capaces de dejar ir ese querer, es decir, de soltar, ya sea estando un momento de éxtasis que me lleva a querer estar con los delfines y suelto ese querer, o al mismo tiempo como cuando quiero llegar más rápido al estadio, encontrar un parqueadero cercano,  que no me toque hacer fila, que no hayan personas que se comporten de una manera y con unos valores diferentes a los míos.

 

Y suelto ese querer y las dos me traen paz y tranquilidad espiritual. Y si las logro poner en práctica, porque ninguna de las dos, llegar temprano al estadio o estar en el agua con los delfines son necesidades, son solamente querer.

 

Y eso fue lo que aprendí y recordé esta semana, soltar. El mensaje transversal que he tenido en este año por todas las formas, es soltar.

 

De pronto para cada uno de ustedes puede ser algo que también, en este momento, necesiten recordar.

                                                                                        

     

¿Hay alguna similitud entre delfines e hinchas?

 

¿Entonces, entre los delfines y los hinchas en el estadio hay algunas similitudes?

¿Hay algo que amarre estas dos historias, estas dos situaciones?


La respuesta vino de entender en dónde está ese balance entre la libertad total que se siente al estar en una lancha en el mar, los contrastes de los colores y los animales y el estar rodeado por 35.000 personas que piensan y sienten diferente que tú, estar en circunstancias que al parecer son adversas para lo que tú buscas y que son contrarias a tus expectativas.


Las dos tienen un elemento que las une, tienen algo en común y es en donde se encuentra realmente la libertad del ser. Sea en un momento de éxtasis, o sea en un momento en donde las cosas van en contra de lo que esperamos y está en la realización de que la libertad del ser está en nuestro interior. En ninguna otra parte. Algo de lo que hemos hablado muchísimas veces y no sobra recalcar muchísimas más hasta que lo tengamos totalmente interiorizado y lo podamos poner en práctica todos los días. Es decir, en lo que pensamos al respecto de la situación, en si logramos darle el manejo adecuado a nuestras emociones para no sobrepasarse cuando estamos en el momento de éxtasis o darle el manejo necesario a nuestras emociones y la aceptación de lo que nos sucede cuando las cosas van en contra de lo que queremos.


Y como ven en esta historia, en lo que aparentemente son dos situaciones totalmente diferentes y que podrían no tener nada que ver lo uno con lo otro, realmente encontré la respuesta a lo que nos da libertad, paz, bienestar, y tranquilidad en la vida y está en la evolución constante de nuestro ser, en trabajar internamente en cómo queremos responder frente a los estímulos externos que nos pone la vida por delante, ya sean de éxtasis o de incomodidad.

                                                                                         

    

La conclusión de mi semana

 

Mi conclusión es que voy en el camino, que he evolucionado muchísimo, que he aprendido muchísimo pero que claramente todavía me falta mucho por recorrer. Me falta aprender muchísimas cosas y es la razón por la que estoy aquí y puedo recorrer ese camino aprendiendo con una sonrisa y no sufriendo el proceso, porque si lo hago desde la conciencia eso es lo que va a suceder y por eso todas estas pruebas las sigo sintiendo, porque estarán presentes todas estas pruebas.

 

Por ejemplo, para las 35.000 personas del estadio, cada una de ellas tuvo una prueba diferente y sintió esto de forma diferente. Para algunos fue un desastre, para otros simplemente fue parte del proceso de ir a un estadio. Yo en algún momento lo sentí, entonces todavía tengo que trabajar mucho más en ello y por eso agradezco todo lo que la vida me pone por delante.

                                                                                                 

 

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